Cómo educar SIN GRITOS: te cuento las 3 claves que MÁS nos funcionan

educar sin gritos - padre riñendo hijo

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Nota: si buscas alguien que te guíe paso a paso para mejorar las cosas en casa, echa un ojo a esto de aquí.

Gritar no es el camino para que tus hijos colaboren más.

Eso ya lo sabes, por eso estás aquí.

Gritando no les ayudas a ellos ni a ti (más abajo te cuento las consecuencias).

Pero… ¿cuál es la alternativa? ¿Si dejo de gritarles no se me subirán a la chepa?

Nosotros seguimos cometiendo errores con nuestros dos hijos, pero podríamos decir que el tema de los gritos lo tenemos superado.

Sí, en nuestra casa no hay gritos (al menos el 99% de veces, no somos monjes budistas y a veces la cagamos) 🙂

Si quieres que te cuente cómo dejar de gritar para que tus hijos empiecen a colaborar (qué rima más chula me ha quedado), no te pierdas este artículo donde vemos:

  • Por qué es «normal» que grites
  • Los efectos de los gritos en tus hijos que no te gustarán
  • 3 Claves para ayudarte a dejar de gritar que a nosotros nos funcionan
  • … ¡y mucho más!

¡Empezamos!

 

 

  Por qué es normal que grites (aunque no te guste)

Lo primero, gritar es «normal». No te fustigues por hacerlo.

Es una reacción instintiva que tenemos cuando estamos saturados, vemos peligro, nos ignoran…

Y es cierto que los padres estamos cada día al borde del colapso: preparar comidas, llevar a los niños al cole, trabajo, extraescolares, limpiar la casa etc. etc.

Así que, lo dicho, vamos a ser un poco benevolentes con nosotros mimos (más abajo vendrán los palos…).

Seguimos con nuestro cerebro.

Cuando gritas, en tu cerebro está trabajando la parte emocional, no racional. La parte más «primitiva», el cerebro inferior.

el cerebro del niño - superior-inferior

Se dice que la parte primitiva ha «secuestrado» a la parte racional.

Es algo que cuesta mucho controlar. No lo vamos a negar.

El tema es…

¿Te gusta cómo te sientes después de gritar? ¿Y qué opinas de la imagen que tienen tus hijos de ti en ese momento?

Si estás aquí es porque quieres cambiar las cosas en casa. Intuyes que hay otra forma de hacerlo en la que gritar no sea la norma.

Ok. Esto ya es un primer paso.

educar sin gritos - pulgares

 

Pero para estar 100% seguros de que lo quieres cambiar, vamos a ahondar un poco más en la llaga.

 

 Terapia de choque: así se sienten tus hijos cuando les gritas

Nota

Hablamos de gritar de forma sistemática, no de pegar un berrido de vez en cuando. Si ves que gritas con demasiada frecuencia, entonces sigue leyendo.

No hace falta hacer muchas cábalas, piensa cómo te sientes tú cuando te gritan. Posiblemente:

  • Sientes rabia
  • Tal vez impotencia
  • Sensación de inferioridad
  • Infravalorada
  • No me quieren
  • … etc.

 

educar sin gritos - padre gritando hijos

¿Sabes lo que genera esto?

Desconexión. La relación se empieza a deteriorar. Empezáis a estar más lejos el uno del otro.

Y con el tiempo, puede que haya tanto dolor acumulado, que la relación se rompa. Que la distancia entre ambos sea insalvable.

Piénsalo: ¿a ti te gusta estar cerca de alguien que te esté gritando y diciendo lo que hacer todo el tiempo?

¿Sabes qué más genera?

Tus hijos son esponjas de lo que haces. Funcionan por imitación.

Si te pasas todo el día mirando el móvil, ¿sabes qué harán ellos cuando lo tengan? Lo que hacían sus padres.

Y luego les dirás: ¡deja ya el móvil, que estás todo el día pegado a él!

Lo mismo si les gritas. Les estás enseñando que la forma de afrontar los problemas es esa, perdiendo los papeles y faltando al respeto (porque no nos engañemos, gritar a alguien de forma sistemática, aunque cueste reconocerlo, es faltarle al respeto).

Tiene que haber otra forma de hacer las cosas.

Que tus hijos y tú trabajéis en equipo sin necesitad de estar todo el día de broncas.

Qué tú seas él/la líder de casa, que te respeten pero que también se sientan escuchados y con ganas de colaborar.

Piensa que...
Cuando gritamos a nuestros hijos, estamos imponiendo nuestro criterio a base de fuerza. No de argumentos, no a base de diálogo. Fuerza bruta.

¿Qué tipo de líder prefieres, uno que se impone a base de gritos y de usar su poder u otro que dice lo mismo pero desde el respecto, el cariño y con contundencia?

Antes de avanzar, quiero desmontarte un par de excusas (en base a mi experiencia) para que no te saboteen.

Luego vamos a las claves.

 

  Excusa 1: no lo puedo evitar, es parte de mi carácter

Mira, yo no soy un tío con sangre de horchata (todo el respeto para ellos, en ocasiones les envidio).

Yo soy de sangre caliente. Hirviendo diría yo.

Cuando algo me cabrea, me suben las pulsaciones, me sube el calor a la cabeza y el cuerpo me pide pegar dos berridos (o tres).

Supongo que sabes de lo que hablo.

Con esto quiero decirte que habrá personas que no se alteren con facilidad y, en su caso, es cierto que puede ser más llevadero gestionar la crianza de sus hijos y no gritarles.

No es mi caso. Yo he tenido que hacer verdaderos esfuerzos para aprender a controlar mis impulsos primitivos (ya sabes, los del cerebro inferior).

educar sin gritos - mono

La buena noticia es que, una vez los vas controlando, ese impulso que te hace gritar se va silenciando. Poco a poco.

Y un día tus hijos han pintado la pared de casa y te das cuenta que lo normal sería gritar. Pero no lo haces.

En el apartado de «cállate» te cuento cómo ir consiguiéndolo.

 

 

  Excusa 2: mis hijos son más rebeldes que los demás

La otra cara de la moneda.

Es innegable que, al igual que hay adultos más tranquilos que otros, hay niños más calmados que otros.

¿Son los niños calmados y dóciles más fáciles de llevar y es menos probable que les griten?

Por supuesto.

Es decir
Los padres cuyos hijos son más rebeldes y peleones tenemos la excusa fácil de «claro, es que para algunos padres es muy fácil no gritar, pero habría que verlos con mis hijos».

De acuerdo también. Lo tenemos más difícil (me incluyo porque los míos son «de espíritu libre«). Pero esto no es justifica que les gritemos.

 

educar sin gritos - enfadado

De hecho, gritar a este tipo de niños más desafiantes empeora más la situación (al menos a medio-largo plazo).

Los niños que lo cuestionan todo, que tienen su forma de hacer las cosas, que no soportan la autoridad, tienen mucha personalidad y no les estamos ayudando con gritos.

Entonces… ¿qué hacemos?

 

 

  Las 3 Claves que nos funcionan en casa

No voy a hablarte de que si los psicólogos recomiendan esto o aquello.

Te cuento qué hacemos nosotros para no gritar a nuestros hijos.

¿No les gritamos nunca?

Obviamente alguna vez la cagamos. Pero te diría que solemos hacerlo «bien» en un 99% de ocasiones.

Y lo importante

No nos fustigamos cuando metemos la pata. Esto es un error que veo que comenten muchas familias: se pasan de frenada gritando, luego se arrepienten y se pasan al lado de la permisividad (pierden autoridad y confunden a sus hijos). No lo hagas.

 

1. Cállate

educar sin gritos - silencio

Sí, cállate la boca.

¿Te suena brusco? Lo es, pero necesitas que alguien te lo diga.

Cuando una situación veas que te va a sobrepasar, antes de gritar y sermonear, piensa esto:

«La vas a cagar»

Mira, cuando tu cerebro superior (el racional) está secuestrado por el inferior (el instintivo), es complicado que de ahí salga algo bueno.

Tal vez les has dicho ya varias veces a tu hijo que recoja sus juguetes porque estás harta de que estén ahí tirados. Y estás al borde del colapso. Quieres que aprenda la lección.

Mi consejo: no lo hagas ahora. En el fragor de la batalla no sirven las lecciones. Tu hijo no va a estar propenso a «aprender».

Entonces… ¿no le digo nada? ¿que se queden los juguetes ahí tirados?

Espera a que los dos estéis calmados. Cambia de actividad y deja eso como está. Cuando los dos estéis en calma, será momento de retomarlo. Esa es la forma en la que funciona el cerebro de los niños: primero conexión y después corrección.

 

2. Dale la importancia que merece

Libra las batallas que merezcan ser libradas.

educar sin gritos - ajedrez

 

Y es que nos pasamos el rato regañando y corrigiendo a nuestros hijos por TODO.

«No cojas eso, deja de hacer ese ruido, baja de ahí arriba, recoge eso que has dejado tirado… Y así hasta el infinito».

¿Entiendes que al final es normal que dejen de hacerte caso y recurras a los gritos?

Pues este es parte del problema. Tus hijos ya se han «inmunizado» a tus regañinas porque las usas con demasiada frecuencia.

¿Estamos de acuerdo en que hay que cambiar de estrategia?

Ojo, no digo que no haya que estar al tanto por si se caen, dejar que lo dejen todo tirado y no recojan o que no se bañen si no quieren.

No es eso.

Lo que digo es que elijas bien qué batallas librar. Y que te muerdas la lengua en otras. Porque no se puede estar todo el día batallando por todo. Es desgastante para ti y para ellos.

Me gusta mucho una frase de disciplina positiva: «en la crianza rara vez hay situaciones urgentes». No pienses que debes actuar de inmediato para corregir un «mal comportamiento». Es más efectivo meditar si merece la pena o no.

Te pongo un ejemplo

«Mi hijo Javi de 2 años se resiste a lavarse los dientes. En este caso, para mí esta batalla sí merece la pena librarla. Es algo importante para mí. Pues el otro día se empeñó en que no quería lavárselos. Se puso a berrear, patalear… ni te imaginas la intensidad. Yo estaba ahí con él, me mostraba cariñoso y cercano y en todo momento le repetía lo mismo con un tono tranquilo «tienes que lavarte los dientes. Cuando quieras, papá te ayuda.»

Ahí estuvimos 30 minutos de reloj. Fue muy muy duro para ambos, pero al final mereció la pena. Desde entonces, no se ha vuelto a resistir 😉

Está claro que no siempre tenemos el tiempo y la paciencia para hacer esto, por eso te digo que hay veces que es mejor «soltar» y posponer la batalla para otro momento.

También es importante ser contundentes y no ceder si creemos que es importante, pero al mismo tiempo mostrarnos empáticos y cariñosos.

 

3. Piensa en el después

Si estás aquí sabes de sobra lo mal que sienta gritarle a tu hijo/a.

En el momento no lo puedes evitar. Te parece que gritar está justificado.

¿Y qué pasa al rato?

Pues que te das cuenta que no era para tanto. Que le estabas diciendo de lejos que recogiera la mesa y él estaba embobado pensando en sus cosas. Que tal vez podrías haberte acercado a él, haberle tocado la espalda y decírselo de nuevo. Pero estabas cansado y la paciencia está bajo mínimos.

Y ahora te sientes culpable después de recordar su cara de susto y tristeza. Y piensas: se me ha vuelto a ir de las manos.

Entonces, como te ha sabido mal, adoptas una actitud de extrema permisividad:

«Lo siento. Venga, vamos a ver una serie en Netflix» (cuando habíais quedado que por hoy ya había bastante TV).

educar sin gritar - netflix

Aunque no te lo parezca, este tipo de conductas son muy perjudiciales para nuestros hijos. Les lían. Y, ¿sabes qué? Perdemos credibilidad.

«Anda, mi padre me había dicho X y ahora me dice Y». Tu palabra empieza a perder valor.

Además, de forma subconsciente perciben que «cuando mi padre/madre pierde los nervios, luego se hablanda y me deja hacer lo que quiera», por lo que estás reforzando este tipo de conducta en ellos.

¿Ves el desastre?

Mi consejo: si te has pasado de frenada, no te pases de permisivo después, sé congruente con lo que has dicho. Eso sí, pide disculpas si la has cagado y muéstrate cariñoso.

 

 ¿Se te hace un mundo aplicarlo? Deberías conocer a esta persona

Mira, además de los consejos de este artículo (espero que te hayan servido) te podría recomendar varios libros sobre comunicación no violenta, disciplina positiva o educar sin gritos.

Seguro que encontrarías cosas útiles que mejorarían las cosas en casa.

Pero… ¿sabes qué?

Pues que es muy probable que al poco tiempo las cosas volvieran a ser como antes.

No porque no pongas empeño.

No digo eso.

El tema es que hay trabajar cosas más profundas, no vale con aplicar esta u otra técnica.

Y esta transformación en tu forma de ver la crianza no se consigue leyendo muchos libros (por lo general, habrá excepciones).

Para poder dejar los gritos para siempre, necesitas un plan de acción y alguien que te guíe cada semana.

En este sentido, de la persona que más me fío es de Daniel Bezares.

Justamente, Daniel está especializado en darles a los padres las herramientas necesarias para tomar el control de casa, sin gritos, y fomentando la colaboración con los niños.

Reforzando la relación y el vínculo, no rompiéndolo.  Es decir, haciendo equipo, no «unos contra otros».

Puedes hablar con Daniel o con su equipo para contarles tu caso, pero antes te recomiendo que veas un vídeo corto para que lo conozcas:

4 pasos que te darán las claves para que consigas el cambio en casa que tanto deseas.

Solo tienes que pulsar en enlace para acceder a verla:

Daniel Bezares masterclass

 


¡Esto es todo! ¿Qué es lo que más te ha sorprendido? ¡Cuéntamelo en los comentarios!

 

 

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